Muere Alejandro Labarca Prieto


Ayer fallece otra de las victimas del salteo de Chicureo
A consecuencia de las heridas que recibiera, murió don Alejandro Labarca.- El Juez del crimen y la policía trabajan activamente en las investigaciones encaminadas a dar con los feroces criminales. Las ultimas declaraciones dan nuevos y emocionantes detalles sobre el horrendo crimen.

En nuestra amplia información de ayer, relacionada con el horroroso salteo perpetrado en la Hacienda Chicureo, de Colina, dimos detalles completos de la forma en que se desarrollaron los hechos y ahondando más en el conocimiento de la horrible tragedia, hemos podido comprobar que ellos se ajustan a la exactitud que la justicia misma ha establecido en sus investigaciones.

La relación de este salvaje hecho de bandolerismo ha sido el comentario obligado en todos los círculos y las informaciones dadas a conocer a este respecto han llevado al ánimo de los lectores, junto con la emoción que necesariamente ha producido el fallecimiento de los señores Labarca y Grohnert, un desborde de indignación ante la crueldad de los malvados que se ensañaron en los cadáveres aún palpitantes de sus victimas.

Pocas veces, en efecto. La crónica roja había registrado la comisión de un delito en el que realzara más el salvajismo de sus autores. Debido a estas circunstancias el público sigue con marcado interés las pesquisas que se llevan a efecto con toda actividad y diligencia más aún cuando en la tarde de ayer se extendió la noticia de haber fallecido otra de las victimas de este salteo, don Alejandro Labarca Prieto.


La acción de la justicia en lo criminal:

El juez del crimen don Osvaldo Darrigrandi que ha trabajado horas extraordinarias en la sustanciación del sumario relacionado con el salteo de Chicureo, demuestra en esta actividad su decidido propósito de procurar que cuanto antes se aprehenda a los malhechores y se les aplique el castigo que merecen y que para ellos reclama la opinión pública.

En el día de ayer el señor Darrigrandi interrogó a numerosas personas detenidas, por sospecha, unas citadas al juzgado, las otras en la esperanza de que pudieran aportar alguna luz en las investigaciones.

Entre los declarantes estaba también el administrador del fundo don Pedro Garrido, quien dio al juez algunos antecedentes de importancia. Habría hecho presente, en efecto, que él conoció algunas personas que podrían informar a la justicia sobre el individuo Agustín Cossio, que por declaraciones de una de las victimas es uno de los bandoleros asaltantes.

El administrador completó estas informaciones con un relato sobre lo que vio y oyó durante la perpetración del audaz salteo a las casas de la Hacienda. Expresó que él se encontraba a esa hora en su casa, ubicada próxima a la de sus patrones y que salió de ella apresuradamente al sentir los disparos que seguidamente se hacían en el interior de la casa del señor Labarca.

Las declaraciones de la esposa de Garrido, señora Gabriela Miranda, y la del sobrino de este Víctor Miranda, se refieren en general a la relación de la forma en que procedieron los bandidos y a una serie de detalles que han completado definitivamente la reconstitución del asalto.

Mi abuela Elisa Wood Silva.


Cuando el administrador de la Hacienda señor Garrido abandonaba el juzgado del crimen ara trasladarse a asumir sus funciones en Chicureo, tuvimos oportunidad de cambiar con él breves palabras y de sus labios oímos un relato que verdaderamente lleva al espíritu una justificada emoción
.

“Cuando salí de mi casa, señor, nos dijo, armado de una carabina para prestar auxilio, me encontré con la señora del patrón doña Elisa Wood, que huía con su hijito en los brazos (Patricio) y que al verme me gritó con desesperación. “Pedro, sálvame a mi hijito, huye con él, no importa que a mí me maten”. Al llegar a las casas de la hacienda ya no sentí ruido de pasos ni voces extrañas sino el lamento dolorido de las victimas del salteo".

"Al aproximarme al sitio en que se encontraba don Alejandro este me dijo con voz apagada". “ Cuiden a los chicos” y después cuando llegó el doctor, le dijo también don Alejandro: “Doctor parece que no voy a ser capaz de mantenerme”.

En vista de que
los bandidos habían huido, terminó diciéndonos:, “Abandoné la carabina y en compañía de mi esposa y de la señora Isabel Labarca, me entregue a atender los heridos".

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